El vuelo México DF, Cancún de las 12:00 de la mañana el día de mi cumpleaños número 27 es muy particular.
Habitualmente en los vuelos a Monterrey, a Guadalajara, Hermosillo, y demás capitales, los asientos van ocupados por trajeados caballeros con las lap tops en las mesitas, cervezas y whiskies. Todos formando correos en las bandejas de entradas, siempre es más interesante decir, “te lo contesto en el avión”, “lo analizo durante el vuelo”, la conversación entre pasajeros, si acaso se diera, sería sólo “con permisos”, “’¿a qué se dedica? Arquitecto,. Ah gracias” y listo.
Ya debía ser particularmente distinto un vuelo de cumpleaños. Laboral, pero de cumpleaños, en algo habría de destacar. Pues así lo fue. Este es un vuelo de suegras y viudas y suegras viudas.
Aquí los portaequipajes están repletos de bolsos gigantescos, que igual y son más pequeños que los equipajes ejecutivos y ciertamente más monos. El avión entero huele a cremas, ungüentos, remedios, shampoo, perfume… vaya… huele al cajón de mamá. Las conversaciones entre pasajeros son todas en torno a los difuntos esposos, a las preciosas hijas, a los polémicos yernos, a las rodillas latosas, el dolor de espalda o de articulaciones que se quita con tal o cual remedio que “¿vieras qué bueno me ha salido? ¡Santo remedio! “. Mi marido fue el jefe del imss de acá, pues el mío de la PGJ de acullá, pues el mío no tomaba, pues el mío no ponía el cuerno. Las cremitas de 100 ml pasan de fila en fila, de asiento en asiento, porque alguna bienaventurada pasajera sí logró pasar la suya por la seguridad, y todas vienen tan resecas, que si no fuera tan caritativa, seguramente podríamos haber encontrado el piso del avión tapizado de hojuelitas de pellejito de heptagenarias al momento de desalojar el avión. Qué bueno que sí compartió su cremita.
Mis nietos ya le mueven a la computadora como este joven (yo), no… mejor, porque ellos tienen apenas 8 y 4,
La única lap-top afuera es la del Arq. Díaz, los demás regazos están llenos de “Vanidades”, “Tv y Novelas” alguna que otra con la revista del avión, porque no fue suficientemente prevenida para cargar su propia literatura. El citado arquitecto se ha convertido en el asistente técnico de: sacar mesitas, abrochar asientos, destapar latas de toda la gama de refresecos pero en su versión “light”, de abrir papitas, de guardar mesitas, de cerrar inyectores de aire acondicionado, y de tranquilizar a una que otra porque la turbulencia de verdad, señora, es normal, es normal.
Todas van a ver a sus hijas. Todas las hijas son hermosas, aparentemente, y a todos los yernos les va excelente. ¿No serán todas mamás de las mismas 3 parejas? ¿No deberé mudarme a Cancún para que mi suegra pueda presumir tal cosa cuando a esa edad lo tocara viajar a visitar a sus nietecitos, que tan inteligentes serán, tan simpáticos, tan tiernos, tan traviesos, así como los de absolutamente todas las suegras aquí a bordo.
Ya es momento de aterrizar, y hay más persignaciones por metro cuadrado que en la propia Piazza San Pettro di Roma. Va a venir por mí mi yerno,. Mi hija va a ir con los niños a recogerme, si no los mandó a la escuela para que lo primero que viera yo al bajar, fuera a mis angelitos. No, mis hijos están ocupados todos, son muy trabajadores, y mis niños son excelentes en la escuela, no faltan ni con gripa, ni con gripa ¿eh? Ni con gripa. Ni con la gripa ¿eh? Nada.. Ni por la gripa, no faltan, son como mi esposo, que en paz descanse, tan trabajador, mi viejo, pero bueno, el Señor ya le tenía pensada otra cosa.
Así pues, este pobre capitán no sé si sepa la responsabilidad que trae en el timón de su aeronave, pues carga aquí, a las madres más dichosas, con los yernos más guapos y trabajadores, las hijas más hermosas y felices, los nietos más inteligentes y traviesos, y con tanta persignada, tanto rosario, tanto esposo ya esperándolas en los cielos, tanta imagen de la virgencita, ya no sé si va a poder aterrizar el avión con tanta alma que al cielo pertenece. En una de esas y hasta alguna atropellaron antier, y va a pedir su parada aquí en una de estas nubesotas, que no se cansan de elogiar.
Ojalá que logre bajar el avión.