De Empresarios Inesperados

El Empresario Archivaldo Von de Walde, hijo de Bombero y planchadora de ajeno, dando solución a las continuas lastimaduras propias del oficio de sus progenitores y sus frustrados intentos por remediarlos lanzó al mercado el primer dentífrico con 5% sílica para el blanqueo de los dientes, 10% fluor, 20% cuarzo, 25% calcita, 40% pantenol.


Sus ventas fueron dramáticamente nulas principalmente por el precio del producto, lo feo del empaque, y definitivamente su asqueroso sabor, puesto que, al no tener recursos, su primer intentona de conquistar este, hasta entonces mítico mercado, fue mezclando una pomada común con una pasta de dientes corriente.


Fue cuando conoció a José “el carnes” O’brian Gómez, hijo de un padre texano de ascendencia irlandesa y de madre tlaxcalteca de ascendencia en Virgo. José conducía un pequeño y mediocre negocio de barbecue en McAllen, Texas. A donde, a punto de la bancarrota, fue parar el igualmente insignificante Archivaldo Von de Walde. A O’brian le sorprendió que a pesar del crudo invierno, Archivaldo, pidiera una hamburguesa bien cocida. Le preguntó si todo estaba bien y Von de Walde le comentó su próxima quiebra. Comenzó así una plática de empresarios soñadores, de esas de números, porcentajes, nichos, y dicha plática  terminó en franca parranda, donde conocieron a Ernest Reeves.


Reeves tenía una mediana empresa de fabricación de pirotecnia. Escuchó las historias de sus colegas de copas, (que conoció y olvidó esa misma noche), y valiéndose del nicho de mercado bien conocido por su negocio existente, re-lanzó al mercado la pasta de dientes de Archivaldo con la ligera variante de que redujo el porcentaje de cuarzo a cero, que de nada servía, y lo sustituyó por laminitas sabor fresca menta. Hizo una campaña mercadológica orientada a las tías y abuelitas, donde se veían sensuales viejecitas de dientes particularmente blancos, untando en cámara lenta la pomada a tiernos infantes lastimados que con ternura y alivio miraban agradecidos a sus sanadoras. En el lanzamiento de la marca, el packaging promocional incluía cohetitos varios que aseguraron la demanda por parte del público objetivo, los niños, en pro de los colores de la pirotecnia, y las tías, confiadas en que pronto llegarían esos dulces llantos que ellas mitigarían, pero esta vez, con el respaldo del pantenol. El triunfo del producto fue rotundo.


De Archivaldo Von de Walde y de José "el Carnes" O'brian no se supo más. ¿para qué? Hoy Ernest Reeves es dueño de una gigante y creciente fortuna gracias a su Consorcio de Pirotecnia y Pasta de dientes con Pantenol.
De Empresarios Inesperados
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